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domingo, 28 de julio de 2013

Esta no sé si es una historia real, me la contó alguien muy cercano a mí, según él le sucedió a un amigo una noche como cualquier otra en un restaurante de su barrio, donde tuvo lugar una disputa entre él y el mozo. 
Resulta que Ricardo, un hombre ya mayor, casado con hijos, solía salir con su grupo de amigos todos los viernes. Iban siempre a comer a una especie de resto-bar "familiar" que está en nuestro barrio, no hace falta agregar que las condiciones de higiene de este comedor no son las más delicadas, sin mencionar el estado del baño de hombres, que siempre se encuentra con el piso mojado vaya uno a saber de qué?, las manchas de humedad recorriendo todas las paredes del lugar, un olor penetrante, etc... 
La cuestión es que cierto viernes, Ricardo y sus amigos arribaron al comedor como todas las semanas, se sentaron en la mesa y picaron algo de fiambre antes del plato principal. Ricardo había pedido como de costumbre un abundante plato de ravioles con tuco. Pero ese viernes, noto algo fuera de lugar, el mozo que llevaba las comidas de mesa en mesa, a la vez que sostenía los platos metía su dedo pulgar dentro de la comida, lo que le pareció de muy mal gusto. Cuando le trajo su plato de ravioles, Ricardo le hace notar al mozo su falta: 

Ricardo - Disculpe señor, pero me parece que esta fuera de lugar lo que está haciendo, está metiendo su dedo gordo en mi comida y como estuve observando también en la de los demás. 

Mozo - No señor, usted no entiende, es que ayer me pico una abeja en ese dedo y lo que yo hago es mantener la yaga calentita pa' que no se me irrite... 

Ante la respuesta del mozo, Ricardo se puso como loco, ya se quería ir a las manos, pero solo atino a decirle: 

Ricardo - ¿Por qué no se mete el dedo en el orto? 

Y el mozo le afirmo: 

Mozo - Es lo que hago entre plato y plato... 

Imagínense como pudo terminar esta historia... de qué otra forma sino enrollados en un mantel revolcándose a palos en el piso, destruyeron dos mesas, una ventana, gran cantidad de botellas, entre otras cosas. 

Es una historia interesante, no sé si real, pero lo que sí es seguro es que Ricardo no volverá a pedir ravioles con tuco...

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